viernes, 28 de agosto de 2009

En su nueva casa Cris en un principio sufrió un poco. No tanto porque nos extrañara sino más por las reglas de la misma. Los niños autistas funcionan mejor cuando son sometidos a rutinas en sus actividades diarias. Nosotros como padres deseabamos que nuestro hijo viviera lo más normal posible, sin estar sujetos a normas y restricciones, pero luego tuvimos que aceptar el hecho que la vida se le hacía mucho más fácil en un ambiente de orden. Los padres podemos ser egoistas y tratamos de alguna forma que nuestros hijos se proyecten en lo que nosotros hubiésemos querido para ellos. Cris es autista nos guste o no y tuvimos que aceptar que su vida tiene que ser simple, rutinaria y lo menos complicada posible.

De a poco nuestro hijo se fue acomodando a otro estilo de vida y nosotros aprendimos a no sufrir al ver que Cris conforme los meses pasaban nos necesitaba menos. Los sentimientos pueden ser contradictorios. Por un lado, nos sentíamos felices que no nos precisara pero triste al mismo tiempo porque ya se estaba habituando a vivir en otro lugar.

Dios también trabajó en Claudio de manera extraordinaria. El siempre ha sido un buen esposo, pero yo quería que el tuviera una relación más profunda con Dios. Poco antes que Cris se fuera de casa, Claudio vivió una experiencia única y particular con Dios que nos ayudó a conectarnos emocionalmente. Siempre nos hemos llevado bien pero Claudio era más bien reservado y eso le impedía comunicar sus sentimientos y tristezas. Ahora todo era diferente porque Dios también lo preparó a El para esta etapa tan difícil que pasaríamos. De no haber sido así, tal vez ya no estaríamos juntos.

Quiero escribirte (A mi esposo)

Quiero escribirte cómo nunca haya escrito con letras que salgan de mi alma y contarte en prosa los sueños de tu vida y la mía al pasar. Han sido muchos momentos en que las olas cuál brava alta mar parecían hacer naufragar nuestra barca; pero, llamamos al amigo divino quien nos ayudó a nadar porque calmó los vientos.

Aprendimos los dos a mirar la vida de una forma espiritual e intensa,

reirnos sin darnos cuenta y ese amor que siempre cubrió los errores supo ganar y perdonar. Amor, lluvia del cielo nos trajo el rocío que nos envolvió y mojó la tierra que se nos resecaba. Crecían las flores con Palabras y Salmos de esperanza que nos ayudaron a amarnos.

No olvido tu sonrisa de siempre, tu mirada transparente y serena, tu hombro amigo en que apoyo mi cabeza, tus labios tiernos que me besan, tus manos que acarician día a día mi rostro como si yo fuera la flor más hermosa.

Rescatamos las memorias en los momentos de crisis, escritos con dolor y risas que nos sellaron la vida, limpiando las heridas a traves de la reconciliación que Dios nos sigue ofreciendo cada día. Gracias por estar a mi lado y ser el padre que eres.

Nuestras oraciones eran diarias desde que supimos que Cris era autista, pero ahora eran diferentes. Eramos uno ante Dios, sintiendo lo mismo, unánimes en un mismo espiritu. Los hombres lloran y cuando lo hacen, son abiertos y sinceros. Dios sólo pudo lograr que mi esposo abriera su corazón de tal manera ante la necesidad tan grande que teníamos.

Antes que Cris regresara a Wollongong, en una de mis tantas oraciones, le dije a Dios que el día que Cris me pidiera volver a “su casa”, en ese momento recién aceptaría en su totalidad que hicimos bien en dejarlo ir de nuestro lado.

Pasado un año ya, mi memoria no puede atraer todos los instantes y las lágrimas derramadas. Fueron demasiados minutos de angustia y de dolor, pero tan diferentes a cuando me dijeron que mi hijo era autista hace 20 años atrás. Cuando ahora lloraba por mi hijo, sentía la mano de Dios en mi hombro, ayudándonos, consolándonos, animándonos. Cuando se llora sin nadie a tu lado, sin siquiera tener a Dios, es una desolación diferente, sin esperanza, sin una luz que te espere al final del túnel. Yo sabía que Dios estaba en y con nosotros en todo momento. Por eso era de suma importancia la Presencia de Dios en nuestras vidas porque esa certeza era la que nos motivaba a creer que todo se solucionaría.

A Cris le establecimos la rutina de traerlo a casa todos los Sábados y Miércoles de cada semana. En Septiembre del 2007, un año luego de su partida, en uno de esos días en que vino a casa, a eso de las 7 de la tarde me dijo: Vamos a casa. Se me abrieron la puerta de los cielos y comencé a llorar emocionada. Le pregunté: ¿Te quieres ir a casa? Y me respondió: Si.

Sentímos una reposo enorme y le dimos gracias a Dios con todo nuestro corazón. El hecho de saber que Cris se había acostumbrado en su casa, de no sentir ese dolor cada vez que lo regresábamos allí y de no ver esa carita que nos pedía quedarse con nosotros, era como si nos volvieran a sacar un saco lleno de angustia del alma. La ligadura que teníamos con el se había desvanecido al darnos cuenta que Cris ya no nos necesitaba. Ese año la familia creció en fe, en esperanza y lo mejor de todo, conocimos a Dios de una manera especial. Los Milagros que sucedieron en nuestro hogar no fueron físicos sino espirituales. No hubieron muchas pruebas visibles que Dios haya hecho algo extraordinario a los ojos de la gente, pero al ver a nuestro hijo el día de hoy, no podemos dejar de alabar a Dios por su intervención.

Nuestro hijo ya se había adaptado a su nueva casa y rutinas, que de pronto nos encontramos de brazos cruzados sin saber como comenzar de nuevo. No habían posibilidades de trabajo para Claudio y por mi parte, me dediqué a recuperarme en mi salúd y a estudiar, cosa que aproveché bien en el primer año de ausencia de Cris.

Cómo Claudio no encontraba trabajo, lo incentivé a que viajara a Chile a visitar a su familia y en ese tiempo yo hallé trabajo como asistente de enfermería con personas de la tercera edad. Esta labor me ha permitido conocer ancianos con grandes necesidades espirituales y emocionales y al mismo tiempo he aprendido de sus experiencias en la vida. He logrado sentirme realizada en algo que me gusta mucho.

Claudio cuando regresó despues de nueve semanas, consiguió trabajo en una empresa que emplea gente con discapacidad sin fines de lucro. El trabaja en el area de imprenta y se siente muy contento porque ayuda también a los chicos que tienen problemas.

Han pasado tres años desde que dejamos a Cris y nuestra vida ha cambiado totalmente.

Cris, se acostumbró a vivir sin nosotros. Eso no significa que no estemos pendientes de el, porque eso es algo que nos acompañará mientras vivamos. Siempre debemos vigilar que esté bien atendido e informados de todas sus actividades Todavía hay momentos en que nos agitan los recuerdos pero no con amargura sino con gratitud.

El vive con tres niños con similares discapacidades y tienen personas que trabajan en la casa las 24 horas del día. Los llevan al médico, se encargan de sus medicinas, de su ropa, de su comida etc.. Por las mañanas, mi hijo participa en un Centro de Cuidado en dónde les tienen un programa preparado para cada día. Los sacan a pasear, los llevan al parque, a jugar a los bolos o gimnasia etc.


Mi hija, está sirviendo a tiempo completo en la Iglesia que somos miembros a pesar que tiene su profesión de cosmetóloga pero me dice que se siente realizada en lo que está haciendo. Su esposo la apoya en todo y a mi me hace feliz ver que su matrimonio está fundamentado en Dios. Claudia y Trent son maduros e inteligentes y han sido muy fiele a sus principios.

La vida seguirá con altos y bajos. Con buenos y malos momentos. Con días malos y buenos. Pero lo importante es saber con seguridad que no estamos solos y que tenemos a Dios a nuestro lado. Nuestra fe es en Cristo Jesús y Dios y hemos permanecido fieles todos estos años. Nunca quisimos llevar a Cris a nadie más que a Jesucristo, el eterno redentor.

Resumiendo, no pretendi al compartir parte de mi vida, predicar a la gente o tratar que crean lo que nosotros creemos. Pero siento la necesidad de dejar escrita esta historia de amor entre padres y un hijo con discapacidad mental. Todos los seres humanos al tener hijos desean lo mejor para ellos, la mejor educación, la mejor profesión y que tengan una vida económica asegurada para su futuro. Nosotros lo único que llegamos a desear es ver a nuestro hijo sonreir y ser feliz y con la ayuda de Dios lo hemos logrado. No hubo sanidad para Cris como yo deseaba al principio de convertirme a Cristo, no hubieron médicos o especialistas, comidas, medicinas que cambiaran nuestra realidad externa.

Hay tiendas repletas de libros con miles de planes y fórmulas para aliviar problemas físicos y mentales. Yo acudí a bastantes y perdí muchas horas buscando una solución a mis dilemas. Hice lo que hacen casi todos, cuando ya no existe nada que nos pueda ayudar, corrí a Dios y lo encontré con los brazos abiertos. Se me fueron todas las dolencias espirituales con el mejor de los médicos. El gran YO SOY solucionó mis problemas a Su estilo y no a la manera que yo esperaba.

No dudo del poder sanador de Dios en la vida de los seres humanos. De hecho, he visto milagros y he leído casos que Dios ha intervenido sanando a personas de muchas enfermedades. Pero si lo pensamos bien y analizamos lo que Dios nos ha dejado escrito en la Biblia, Dios nos prepara para una vida mejor en el cielo. Para disfrutar de esta promesas debemos creer primero en Dios y vivir la vida desde el punto de vista de la eternidad. Todo en este mundo es pasajero, los complejidades del diario vivir, los deseos materialistas y todas esas cosas ahora son vanales para mi familia. Ahora que trabajo con ancianos, con mayor razón creo que debemos vivir la vida un día a la vez y no afanarnos en las cosas materiales porque la juventud es muy corta comparada con los años seniles. Tuvimos que aprenderlo en forma práctica y pasar por el fuego purificador.

Cuando Cris nos viene a visitar lo disfrutamos enormemente. Lo sacamos a pasear, nos reímos y nos sentimos muy unidos. A la hora de regresar a su casa se va muy contento. El aceptó que tiene dos hogares y en los dos se siente acogido y seguro.

Con Claudia y Trent tenemos cenas familiares una vez por semana en la cual compartimos instantes inolvidables.

Con Claudio nos estamos dedicando el uno para el otro y tenemos un grupo de apoyo a los padres y amigos de los discapacitados y somos voluntarios en otro grupo de personas especiales en dónde participa mi hijo cada dos semanas. Hacemos una fiesta para ellos para que salgan de la rutina.

Nuestra historia todavía no termina. Seguimos con vida y tal vez nos encontraremos con situaciones difíciles. Espero que sepamos confrontarlas con la ayuda de Dios y a seguir confiando en que recibiremos Su apoyo perpetuamente. Nuestros dos hijos son de Dios y estamos más que bendecidos porque El nos ha permitido velar por ellos.

La oración que yo hice cuando invité a Jesucristo a vivir en mi vida fue muy sencilla pero salió desde lo profundo de mi alma. La quiero dejar escrita para aquellos que deseen seguir nuestro ejemplo.

Señor Jesús, perdona todas mis faltas. Te invito a morar en mi corazón y a ser parte de mi vida. No quiero vivir sola nunca más. Quiero que seas mi Padre, mi amigo y mi confidente. Perdono a todas las personas que me causaron daño y te pido perdón por por todo el daño que pude haber causado a otros. Gracias en el nombre de Jesús. Amén.

Ayer recibí una llamada de una amiga que tiene un hijo de casi 20 años de edad con una discapacidad física y mental. Se notaba tan cansada y desalentada que me hizo llorar. Entendí perfectamente por lo que pasaba y sentí su dolor como si fuera el mío. Le dije que pidiera a Dios gozo para su vida interior y que clamara por ese regalo divino. Cuando terminamos de charlar pensé que, el haber sufrido en carne propia una experiencia tan dolorosa como la de haber luchado para salir adelante con Cris, me hubiera sido imposible comprender lo que sentía en su real magnitud.

Le doy gracias a Dios porque ahora puedo en cierta forma alentar a esos padres que viven y sufren por sus hijos o por un familiar discapacitado. Debemos empatizar con ellos, ponernos en su lugar por unos segundos y ayudar en forma práctica si te lo permiten. Hay muchas cosas que podrían hacerse pero así como me escribió una amiga: uno no puede hacer nada mejor que "estar". Escuchar si el otro quiere hablar, permanecer a su lado si las circunstancias lo permiten -aún en el silencio-, abrazar, hacerle saber al otro que allí estamos, tan humanos y tan débiles como él, tan "desprovistos" pero a disposición.

Cuando comenzó mi historia con mi amado hijo, yo era otra persona muy diferente a lo que soy ahora. La vida con un discapacitado mental me hizo crecer de una manera distinta y todas las cosas que antes parecían valiosas, para mí y mi familia han pasado a segundo plano. Hoy puedo disfrutar de una puesta de sol, de una caminata en la playa, de una charla amena, de un domingo sentada en la Iglesia escuchando la Palabra de Dios, o el canto de mi hija, con la tranquilidad de que Cris está bien atendido. No siento culpa y en cambio tengo en mi corazón la seguridad de que algún día veré a mi hijo en plenitud, completamente sano, por haber traspasado los linderos de la eternidad. La eternidad ya ha comenzado ahora para nosotros como creyentes porque la muerte es sólo un cambio de estado. Puede leerse irreal pero ¿quién dice que la fe es algo palpable? La fe es creer en lo que no se puede ver, tocar o sentir. La esperanza no avergüenza porque tal como dice la Biblia el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado cuando creímos y decidimos seguir este camino de fe. Muchos se pierden esta bendición porque temen a la gente que les rodea, al que dirán o que los tachen por locos. Pero, yo estoy viendo los resultados con mis ojos en mis hijos, en mi esposo y en mí misma.

Para terminar, quiero dedicar este testimonio a Natalia quien tiene un hijo autista a quien tendré siempre en mis oraciones para que su vida y la vida de su familia sea ricamente bendecida por Dios. También deseo mencionar a Rafaela Pinto por todo el tiempo que se tomó en editar y corregir los detalles. Estaré infinitamente agradecida de su generosidad.

Doy gracias a Dios por haberme ayudado a escribir y demostrarle que lo amo con todo mi corazón. Sin El, mi vida no tiene ningún sentido.